viernes, 19 de agosto de 2016

Omran

Omran no dice nada. Su frágil figura y su mirada ausente lo dicen todo. En su mente se agolpan los recuerdos de los últimos días y del momento en el que fue rescatado. Piensa que la vida es así porque no ha conocido otra cosa, pero la experiencia de la última noche, en la que el sonido sibilante de las bombas, la desesperación de la familia por ponerse a salvo y los gritos de sus padres y hermanos, le hicieron sentir mucho miedo.
Desamparo. Está esperando en la ambulancia, pero no sabe qué ni a quién espera. Piensa en sus amigos con los que juega en la calle cuando no hay peligro, en los juguetes hechos de trozos de metal y madera con los que llenan de imaginación cada día. Alguien le pregunta cómo está, pero es incapaz de articular ningún sonido. Vuelven los recuerdos de esa noche y la angustia se apodera de él, aunque no exterioriza nada. Recuerda la calle, en la que solo quedan en pie algunos edificios, donde juegan a ser otros, a crear un mundo fantástico en el que la realidad no existe.
Llevan a su hermana junto a él, pero sigue encerrado en sus pensamientos, sin que ningún sentimiento cambie su rostro triste y apagado. Lo que ha vivido ha destruido todos los puentes que le llevaban a comunicarse con los demás.  Piensa en su madre, pero en la lejanía, como si el recuerdo se fuera apagando lentamente. ¿Cómo reconstruir su mundo? ¿Cómo devolverle la niñez?

Muchos Omran pueblan este mundo. ¿Cómo reconstruir su mundo? ¿Cómo devolverle la niñez?